La localidad de Bialowieza se ubica en el centro de los bosques primitivos de la Puszcza Bialowieska, punto principal de entrada al primer parque nacional de Polonia (creado en 1932), que guarda en su denominada reserva estricta la selva húmeda más extensa y antigua que queda en la llanura europea. Un espectacular bosque mixto de 5.000 hectáreas con numerosas especies arbóreas de dimensiones poco vistas en el resto de Europa que guarda en sus espesuras la población más grande del mundo del bisonte europeo (unos 600 ejemplares).
Durante las dos guerras mundiales, estas selvas formaron parte de los campos de batalla, como reflejan sus restos diseminados, y la naturaleza sufrió las consecuencias. En 1919 fue cazado por un furtivo el último bisonte que vivía en libertad, pero no solo los bisontes fueron alimento para las tropas, también los alces, los ciervos y los castores; y millones de metros cúbicos de madera fueron extraídos de sus bosques. No fue hasta 1947 cuando se restablecen la protección y las funciones del parque nacional con las 150.000 hectáreas actuales entre Polonia y Bielorrusia.
Una telaraña de caminos cuadricula las 60.000 hectáreas de bosques en la zona polaca del parque. La bicicleta es el gran aliado para el ecoturista que quiera recorrer estos predios, y la facilidad para alquilarlas en el mismo pueblo de Bialowieza lo reafirma como la mejor opción. Existen diferentes rutas cicloturistas circulares marcadas por colores y mapeadas a lo largo de los recorridos, utilizadas también por los senderistas y, en invierno, por los esquiadores de fondo.
La Cross-Border Trail es una ruta ciclista transfronteriza señalada para vincular las partes polaca y bielorrusa del parque nacional y permitir a los ecoturistas explorar este antiguo bosque a ambos lados de la frontera.
Una vieja puerta de madera de roble brinda el paso a la zona boscosa más exclusiva del parque nacional. A su interior tan solo se puede acceder con la compañía de un guía autorizado. La filosofía que el parque nacional lleva a cabo en su gestión de “no intervención” sobre el bosque abarca tanto al manejo forestal como a la explotación turística. Así se convierte este reducto del bosque en el último escaparate de lo que fueron las selvas europeas hace tan solo mil años, cuando cubrían el 90% del continente.
La belleza y la armonía del caos dominan una arrumbada foresta de gigantesca verticalidad y olor a putrefacción vegetal que identifica su naturaleza salvaje. La vida y la muerte se suceden en esta fronda desmadejada, de impenetrables umbrías y luminosos calvijares. Los colosos caídos por las plagas de insectos entregan sus restos a la tierra y al provecho de los abundantes pájaros carpinteros. Picos picapinos, medianos, menores, dorsiblancos, tridáctilos y pitos negros, canos y reales, aves picadoras de madera y comedoras de larvas que viven en y de los árboles podridos.
Difícil de observar en verano, aunque no imposible, porque con los calores diurnos buscan la frescura de las umbrías boscosas, seiscientos bisontes repartidos en varias manadas por todo el territorio comparten su hábitat con linces, corzos, ciervos rojos, alces, castores y cinco grupos familiares de lobos. Encontrarte con ellos en las lindes de la fronda o en un perdido calvero es la ilusión de cientos de amantes de la naturaleza, que aguardan el amanecer desde alguna de las torretas de observación del parque. El PTTK dispone de guías de naturaleza para el avistamiento de toda esta fauna salvaje, que siempre es más probable que pueda ser descubierta en los meses de invierno.
Comentarios
Publicar un comentario